Que viva el ula ula

Primera Convención Universitaria De Artes Circenses (iii)

, por adesalambrar, Machaca

Historia de monociclos y de flamas

Crónica del segundo día

Parte 1

por Machaca

Las anotaciones en mi libreta del día de hoy son confusas y tambaleantes, no parecen tener ninguna clase de orden, probablemente debería inventarlo todo y sólo escribir unas cuantas líneas acerca de lo primero que llegue a mi cabeza, o tal vez debería intentar descifrarlas y tratar de ser objetivo por una vez en mi vida…

Esta mañana, mientras recorría las calles del monstruo en mi temeraria bicicleta, trataba de decidir si continuaría o no con la autoimpuesta misión periodística de seguir el pedo del circo. Como siempre mi veloz bicicleta dejaba atrás decenas de coches, que como cada mañana se estacionaban por horas en el tráfico de Taxqueña y Miguel Ángel de Quevedo. Despu}es de un asoleado recorrido llegué a las islas y en ese momento me di cuenta de que no había vuelta atrás, tenía que cubrir la nota costara lo que costara, aún si esto significaba no entrar a mis clases. Desgraciadamente, mis ganas de reportar extravagantes y temerarios sucesos se vieron frustradas por una calma matinal que contagiaba a todas las personas que pululaban por las islas. Decidí que sería buena idea alejarme del lugar y regresar en unas cuantas horas, tal vez regresar con el estómago lleno podría hacer que los sucesos fueran más interesantes.

Por la tarde, cuando me dirigí de nuevo hacia las Islas, ya todo en ciudad universitaria apestaba a circo, mujeres y hombres con indumentarias extrañas de ropajes coloridos caminaban por calles y caminos, amontonandose en cruces y semáforos, algunos parecían irse y muchos más iban llegando. Como ayer, nadie parecía incomodarse por la presencia de estos extraños visitantes. A lo lejos, el sonido del acordeón de Yann Tiersen indicaba que ya estaba muy cerca de mi destino.

Al llegar a las Islas, el sol ya se encontraba en el horizonte y una especie de niebla se extendía por todo el rededor. La carpa y la gente a su alrededor parecían como esos campamentos que levantan los ejércitos antes o después de una batalla, pero a diferencia de cualquier ejército, las extrañas criaturas que montaban monociclos y hacían girar objetos a su alrededor no parecían ser de ninguna forma violentos. Lo primero que se podía observar era a un grupo de zanqueros que, como gigantes aprendiendo a caminar, daban sus primeros pasos. Las chicas, cargando sus aros de ula ula caminaban con una altivez que las hacía parecer fieras guerreras dirigiéndose al combate, con su su arco cruzado al pecho y sus flechas colgando de la espalda.

Ya no parecía que hubiera talleres y el grueso de la gente se concentraba dentro y alrededor de la carpa principal. Todo indicaba que la Varieté ya había comenzado, así que decidí acercarme, e intentar ver lo que sucedía. Pero como dicen por ahí, la carne de burro no es transparente y la de los chairos es más opaca que otra cosa. Pero para mi fortuna, mi bicicleta, apoyada en uno de los mástiles, me daba el metro más de altura que me permitía ver por encima de las rastas y greñas coloridas de la multitud. Cuando tuve una vista clara del escenario, no lograba entender el por qué de la conmoción y el silencio en el que todos los demás se encontraban. Sólo podía ver una caja, que al parecer todos miraban. Cuando logré identificar lo que parecían ser un par de zapatos saliendo de la caja, estos comenzaron a moverse, y un mimo vestido de payaso empezó a retorcerse para salir delicadamente de lo que bien podría ser un cartón de cervezas. La multitud enloqueció de jubilo y se desbordó en aplausos, a lo que el simpático personaje respondió con una silenciosa reverencia (por eso supongo que era un mimo).

Mientras observaba a los chairos a mi alrededor, no podía dejar de pensar que hoy en día la gente se mete cualquier cosa en el hoyo de la oreja. El olor a mariguana parecía intoxicar a todos los asistentes mientras un sujeto con máscara simiesca se balanceaba sobre un cilindro, que a su vez se encontraba encima de un bote de basura. La risa inundaba el ambiente y todo, todo parecía estar lleno de alegría.

Vine a dar un rol, a ver que veía- Alguien justificaba así su presencia en este paraíso libertino. Un sujeto vestido completamente de negro manipulaba una bola de contact, que son esas esferas transparentes que recuerdan a las bolas de cristal con las que las gitanas ven el futuro. Definitivamente estas también tienen que ser mágicas.

A pesar de que comenzaba a hacer frío, el movimiento del aro parecía conservar el calor corporal necesario para que las chicas amantes del ula ula continuaran vestidas como si fueran las 12 del día, lo cual, estaba seguro, todo el mundo agradecía. Si bien, la mayoría de los asistentes éramos jóvenes, había gente de todas las edades y definitivamente los más felices eran los niños, quienes parecían disfrutar de todo el espectáculo que ocurría a su alrededor, muchos de ellos corrían y saltaban. Otros, veían con admiración a los adultos que se divertían como si tuvieran su edad. Si bien muchos venían acompañados de algo parecido a sus padres, había un pequeño grupo de lactodentados que parecían forajidos acabados de escapar del país Nunca jamás.

Uno de los momentos que más se disfrutaron esta tarde fue cuando una chica vestida de azul subió al escenario a hacer girar en su cuerpo los tan populares aros. Es muy sensual eso del ula ula- comentó una chica que disfrutaba del espectáculo a mi lado. De que es sensual, es sensual, pensé yo. Pero qué podría ofrecernos esta chica que no estuvieran haciendo ya las otras a mi alre… Ni siquiera pude terminar de pensarlo cuando la chica ya tenía 3 aros girando alrededor de ella. Los aros giraban y giraban sin que pareciera costarle el más mínimo esfuerzo. Un movimiento rápido con el pie y el cuarto aro ya estaba dando alegres vueltas por sus piernas. La multitud estaba vuelta loca, parecía que presenciaban un exótico strip tis, en el cual cada aro más que ponía a girar era como una prenda que aventaba hacia los extasiados asistentes. Cuando el quinto aro se sumó a los otros cuatro, ya no había nadie que no estuviera aplaudiendo. Y mientras esta artista del ula ula movía su cuerpo de una forma que haría sonrojar a Shakira, la multitud gritaba al unísono seis! Seis! Seis!, nadie parecía no estar disfrutando de su cadencia. Y cuando el momento del sexto llegó, la multitud se deshizo en un orgasmo colectivo de gritos y aplausos.

Hay que sentarse. Hay que ser razonables. El espacio está diseñado para que todos estemos sentados- Una voz, que salía de un megáfono, trataba de convencer a los asistentes que se encontraban parados de que se sentaran para que más gente pudiera ver. Para mi sorpresa, la gente comenzó a sentarse, y mientras meditaba acerca del extraño poder de la razón todo se oscureció para dar paso al siguiente acto.

Un hombre bailaba con un vestido al ritmo de My Way, sólo para introducir uno de los más hermosos actos de telas que haya visto en mi vida (y si he visto unos cuantos). Que pinche fuerza tiene este cabrón- decía alguna voz masculina entre el público. Sí esta bien bueno- contestaba emocionada una voz femenina que parecía salir de cualquiera de las asistentes. Yo no podía dejar de pensar en como estas personas estaban demostrando que eran mejores que el común. Como eran, por decirlo de alguna manera, extraordinarios. Y, mientras toda la gente guardaba silencio, una calmada música nos dejaba apreciar más la belleza de lo que presenciábamos. Esto es arte y no mamadas.

Parte 2
Dónde está el fuego?

P.-S.

Fotos de Emmanuel Adamez