Y el Príncipe de Asturias ¿qué tiene que ver?

Primera Convención Universitaria De Artes Circenses

, por adesalambrar, Machaca

CRÓNICA DEL PRIMER DÍA

Primera Parte

Y el príncipe de Asturias que tiene que ver?

Por Machaca

El día de hoy comenzó la primera Convención Universitaria De Artes Circenses en las Islas de la Ciudad Universitaria, por lo que decidí que era un buen pretexto para realizar la primer nota periodística del programa de radio A DESALAMBRAR en el que participo y se transmite todos los lunes de 9 a 11 am.

Me pareció que si íbamos a intentar hacer notas sobre eventos que acontecían en esta ciudad monstruo que mejor sería hacerlo sobre algo que me interesara a mí, digo, si no me van a pagar por hacerlo porque tendría que hacerlo sobre algo que no me gusta.

Decidí que la mejor forma de perseguir esta nota sería tomar mi veloz y feroz bicicleta y lanzarme para ce u. Según había visto, la cosa empezaría temprano, por lo cual, al momento de salir de mis oficinas centrales ya iba tarde, pero la mañana simplemente se disfrutaba demasiadp como para estar estresándose por la hora. Al llegar a ciudad universitaria no parecía haber nada fuera de lo común, el mismo tráfico, los mismos amontonamientos de estudiantes en todos los cruces peatonales, las detestables amas de casa que regresan de dejar a sus hijos en las escuelas privadas del sur de la ciudad y creen que mientras más grande sea tu automóvil más derecho tienes sobre la vida de todos los demás, en fin, lo mismo de siempre. Al llegar a filos nada parecía salir de la cotidianeidad, incluso comencé a creer que el evento en Feisvuk era una mentira, pero supuse que no tendría porque alterarse la cotidianidad por unos cuantos cirqueros revoloteando por las islas, de cualquier manera, no era algo que no estuviera sucediendo todos los días desde hace ya varios años.

Al subir hacia los cuadros noté que para ser tan temprano era muy rara la extraña concentración de gente haciendo telas en la parte que está por debajo de la avenida insurgentes. Y entonces recordé que lo que iba a haber eran talleres, es decir, gente enseñando a otras gentes sobre las oscuras artes circenses. Parecía interesante, me disponía a acercarme al lugar, para realizar preguntas tal vez, tratar de descifrar el fenómeno histórico que ocurría a través de los métodos del periodismo. Pero antes de que cambiara la dirección y enfilara hacia las telas algo más interesante llamó mi atención. El sonido de gaitas retumbando en los cuadros que se encuentran entre la Rectoría y la Biblioteca Central. Eso tendría que ser mejor que cualquier tela. Decidí que fuera la razón que fuera por la que estuvieran esas personas haciendo sonar aquellos instrumentos que me hacen pensar en irlandeses en falda bailando y en duendes bebiendo, tendría que ser algo importante, digno de mi búsqueda periodística.

Así que me acerque y decidí tomar nota acerca de esos extraños sujetos. Todos y cada uno de los miembros de esta extraña orquesta gaitesca eran de tez blanca y complexión caucásica, lo cual me hizo pensar que podrían ser extranjeros, pero al oírlos hablar no escuche otra cosa más que un español mexicano, pero que era de alguna manera limpio, demasiado limpio para ser de un mexicano común y corriente. Su atuendo combinaba perfectamente con sus gaitas pero no refería a ninguna región específica del norte de Europa y las cruces en sus espaldas sólo limitaban la búsqueda a toda la cristiandad en el mundo. Por lo que asumí que eran mexicanos que gustaban de vestirse con pantaloncillos cortos de color café en el caso de los hombres y faldas las mujeres, fajas rojas, sombreros curiosos, camisas blancas y chalecos verdes. De hecho me parecía que yo podría usar algo así, aunque ciertamente nunca podría tocar la especie de tarola como lo hacían ellos, en especial una mujer bastante joven que tocaba algo como un bombo de manera espectacular, haciendo girar y girar las baquetas de una manera tan profesional que me hizo pensar que seguramente era una de las estrellas del circo. Mientras estaba parado viendo a los gaiteros, me di cuenta de que mi búsqueda no era en vano.

Desde la entrada de Rectoría se podía ver como las islas estaban bastante diferentes a la visión que normalmente tenía de ellas. Una enorme carpa de circo se encontraba al centro y debajo de ellas parecían haber decenas de personas. La gran carpa se encontraba rodeada de pequeñas carpas en las que grupos de personas acomodadas de diversas formas aprendían de lo que parecían ser expertos las formas de manipular los extraños aparatos que se encontraban entre sus manos. Por cada montón de gente que había en las islas parecía haber una arte circense diferente. Podía observar un enorme círculo casi completamente formado por mujeres, que a su vez tenían un círculo en sus cinturas e intentaban hacerlo bailar sensualmente alrededor de sus caderas. Muchas de ellas parecían ir más que a aprender a lucir la forma como podían hacer que el ula ula se moviera exóticamente por todo su cuerpo.

Mientras tanto los gaiteros seguían gaitieando pero parecían ya prepararse para su presentación, por lo que decidí que fuera lo que fuera iba a empezar pronto y lo tenía que ver, pero como iba en la bici no me pareció nada descabellado dar una rápida vuelta para ver a los cirqueros en acción. Así que seguí el camino amarillo de las bicis y enfile hacia la parte de debajo de las islas. Desde que observaba la situación en la entrada de rectoría había notado una lona justo en la parte de abajo del espejo de agua, junto a las escaleras, que desentonaba frente al resto de las que protegían a la gama de cirqueros, por lo cual me acerqué a ella y noté que había varias personas que desentonaban con el ambiente de circo que parecía generarse en las islas. Fotógrafos y auxilios unam, parecían estar esperando a alguien, y a alguien gordo. Así que decidí ir a preguntarles (suponía que es lo que un periodista debe hacer).

 ¿Oigan por que es todo esto?
Ves eso ahí -el fotógrafo señaló unas cortinas que parecían cubrir algo en el muro del espejo de agua- es la placa del premio príncipe de Asturias. La van a develar ahorita.
No parecía haber mucha gente pero ciertamente había algo así como un podio, sillas y cosas de esas que te hacen pensar que estas en un set de televisión.
 ¿Va venir Narro?- le pregunté al señor que fruncía el seño atacado por el sol y ostentaba orgulloso una estampita a la altura del pecho que decía PRENSA (chale debería tener una de esas).
 Pues igual. Puede ser que venga-respondió como si estuviera harto de las preguntas, de las dos que le había hecho.
 Si. Si va a venir. Si va a venir Narro.-Escuche una voz pero por un momento no supe de donde provenía, la compañera del fotógrafo malhumorado era una señora de baja estatura que complementaba su complejo napoleónico con una anchura digna de un inuit.

Si va a venir Narro, esto será una verdadera noticia, aquí hay verdaderos periodistas cubriendo una verdadera noticia. Empecé a pensar sin mucha coherencia mientras me alejaba en la bicicleta de la carpa, el escenario y los dos personajes que saciaron mis dudas.

Mientras recorría las islas pude ver los diversos talleres. Debajo de la carpa central parecía estarse enseñando más de un arte circense y entre las colchonetas, los zancos y los montones de gente nunca parecía claro quienes enseñaban y quienes aprendían. Había gente aprendiendo a dominar las artes de las pelotas y las clavas haciendo malabares. Otros tenían palos de diversos tamaños y los movían en maneras bastante extrañas. Otros intentaban manipular bolas de contact entre sus brazos. Había un grupo que era especialmente pintoresco. Alrededor de una docena de sujetos en zancos parecían imitar lo que hacía el más experimentado. Era obvio que ninguno de ellos lo hacía por primera vez ya que tenían que copiar movimientos que inclusive serían difíciles para alguien con los pies aferrados a la tierra.

Mientras veía las islas pobladas por lo que no parecía otra cosa más que una colonia de gitanos invadiendo tierras vírgenes, decidí que era un buen momento para sentarme y escribir algunas de mis reflexiones sobre los recientes sucesos. Decidí que los pastitos que están en frente de Arquitectura sería un buen lugar para esperar a que llegara el Doctor Rector o Rector Doctor -nunca he sabido en que orden es- por lo que eché a andar la bicicleta hacia ese aparente oasis para la reflexión, que tenía la ventaja de tener en frente el espectáculo de los zanqueros que ahora parecían imitar a los Ents del Señor del Anillos recorriendo los pastos de las islas como árboles que abandonan sus raíces.

Mientras me disponía a retozar en el pasto, me sentí observado, cosa que he de decir, tampoco es rara en mi, la paranoia y el sudor frío son comunes cuando vives la vida sin mucha responsabilidad, pero no había ingerido ninguna droga en las últimas horas, así que supuse que mis sospechas podrían ser ciertas y el cochecito de auxilio unam estacionado al lado mío las confirmaba, me gustaba más cuando todos eran bochos, era una forma de hacerlos más decentes, mas humanos, más pueblo.

Efectivamente, la persona que se encontraba dentro de la unidad me observaba, ante lo cual decidí que la mejor actitud que podía tomar era regresar la observación y conocer a mi observante. Y para mi sorpresa, en lugar de encontrar al clásico sujeto malencarado con camisa azul clara y actitud policiaca, encontré que desde el interior de ese coche blanco era observado por un rostro conocido, una vieja amistad de mis tiempos preparatorianos. Lo cual, no significaba que no estuviera siendo observado, por un miembro de esa corporación de la vigilancia y extorsión conocida por el nombre institucional de Auxilio UNAM, pero no impedía la posibilidad de que me acercara para saludar a este personaje y aprovechara nuestra relación para hacer algunas preguntas, al final de cuentas en ese momento comenzaba a plantearme que igual sería mejor hacer la nota de lo de Narro, después de todo había un chingo de cámaras y no estaba por demás que se conociera la otra versión de la develada de placa. Tal vez Narro insultaría a un pobre alumno en silla de ruedas o hiciera algún comentario fuera de lugar, que de alguna forma pudiera ser omitido por los grandes medios de comunicación masiva. Tenía que estar ahí y que mejor que aprovechar la posibilidad de conocer la opinión de alguien de adentro. Un informante. Estaba decidido. Me acerqué, dispuesto a recorrer todos los caminos de la cortesía y de la relación social que conocía para sacarle todo el jugo a mi informante.

Pero bueno, la vida te hace las cosas fáciles, y después de intercambiar un clásico –por qué traes lentes obscuros, te acabas de dar tu toque? -
Y un simple -vengo en bici y hace mucho sol-; las cosas resultaron sencillas, al parecer mi informante tenía ganas de hablar y hablar. Así que prácticamente no hice preguntas. No tuve que hacerlo, todo lo que hubiera querido que me dijera me lo dijo sin preguntar. Al principio me dijo cosas que ya sabía. Iban a develar la placa del premio príncipe de Asturias. Estarían los españoles. Las gaitas, para eso eran las gaitas, ahora entendía todo. Con razón estaban tocando el himno nacional. Que por cierto probablemente nunca debería ser tocado otra vez en gaita, simplemente suena demasiado ridículo.

También me platicó de lo del circo. Todo este pedo lo organiza la UNAM. Lo cual me parecía sorprendente porque yo me había enterado por el Feisvuk, pero soy constantemente bombardeado por el emporio mediático de DIFUSIÓN UNAM y no había visto nada de eso. –Si, es que no le dieron difusión, deberían darle difusión, ves que poquita gente hay. Si bien no me parecían pocas personas, coincidía con lo de la difusión, es bastante triste saber que de 300 000 personas que hay en la UNAM probablemente no sepan de esto ni una tercera parte. Según el evento del Feisvuk, más de 1000 personas confirmaron su asistencia y otras 4000 fueron invitadas, desgraciadamente 5000 no es ni el 2 por ciento de la comunidad universitaria.
En fin, mientras hablaba con mi vieja amistad sobre lo que habían sido nuestras vidas durante los años en los que nos dejamos de frecuentar, había llegado Narro y habían comenzado a hablar las personalidades.

Así que decidí acercarme y dejar en su puesto a mi viejo amigo para estar suficientemente cerca de la acción. Mientras me alejaba no pude dejar de pensar en aquel capítulo de Warner Brothers o Fantasías Animadas de Ayer y Hoy (no estoy seguro) en el que el coyote es perseguido por un perro que cuida las ovejas para evitar que se las roben. El perro frustra todos los intentos del coyote sin escatimar violencia alguna. Como siempre a pesar de todo el coyote sobrevive a las constantes vejaciones físicas, pero al terminar el día y el capítulo los dos checan tarjeta y salen de lo que resulta ser su chamba, al final del día resulta que son amigos, casi que uno piensa que antes de que la espiral de colores cierre el capítulo ellos ya están disfrutando de una buena chela en el bar más cercano. Creo que este amigo y yo hacíamos lo mismo hace años, no por nada dicen que si no hubiera conflicto todo sería aburrido.

Había llegado demasiado tarde y una multitud se congregaba en lo que hacía apenas unos minutos estaba poblado por una media docena de periodistas y auxilios acalorados -Nos tiene desde hace una hora asoleándonos como pendejos este cabrón.- Recuerdo como me dijo mi informante. Mientras me acercaba podía escuchar la voz de Narro diciendo cosas elocuentes sobre algún tema, no podía dejar de pensar que si se quiere reelegir debe decir puras cosas bonitas, para que nadie se queje, y al parecer lo hace muy bien.

Al terminar de hablar Narro, se escuchó en las bocinas la voz de Napoleón Glockner que siempre quiere decir que algo UNAMIMPORTANTE va a pasar, Narro se disponía a develar, que en realidad era descortinar, la placa, mientras la pomposa voz del maestro de ceremonias leía el dictamen que en España habían leído al otorgar el premio a la UNAM. Algo del exilio y de las corrientes teóricas de la UNAM. Al final del evento Narro habló de como la Universidad seguiría siendo pública, laica, científica y todas esas cosas que dices en la UNAM cuando quieres caer bien y luego dirigiéndose a los estudiantes dijo; Como se que son tímidos cuando yo diga 3 todos vamos a enseñarles (a los españoles supongo) lo que es un goya, 1… 2… 3… Por un momento hubo un silencio estúpido, de esos que a los pachecos les dan mucha risa, yo por costumbre contuve la risa, pero no hubiera importado que me riera, porque sólo un momento después la multitud comenzó a corear ¡goya, goya! y lo demás, casi al unísono. Perfecto momento para las cámaras fotográficas, pensé yo, porque las cámaras de video no podrían dejar de mostrar como segundos después las gaitas entonaban o entontaban el himno nacional que habría de ser seguido por el de Asturias en lo que supuse era alguna forma de convencionalismo medieval que acostumbran en España.

La voz de Glockner instó a los presentes a recordar aquel dicho que dice que aquí se cayó una jerga, por lo cual pensé que Narro caminaría con la multitud de trajeados hacia Rectoría así que decidí llegar antes que él aprovechando mi ventaja de dos ruedas y ver como llegaba y que hacía, la sensación del momento era que tenía que ver que más sucedía porque hasta ahora todo era simplemente demasiado gris. Así que pedalee de subida con toda mi fuerza y saque la ventaja necesaria para colocarme justo en frente de la Central desde donde tendría una vista privilegiada de todos los que pasaran por ahí. Como estar en primera fila en la alfombra roja pensé.

Efectivamente me les había adelantado, tal vez demasiado. Verán, estos personajes que conforman la oligarquía que domina la UNAM, esta aristocracia universitaria lleva muchos años en esto, y los años pesan. Los ancianos con trajes que parecían de Titanio avanzaban con lentitud por las escaleras de hasta abajo. Caminaban lentamente y, para mi mala suerte Narro no parecía estar cerca de ellos. Simplemente todos venían acompañados por mujeres, mujeres que sólo podría describir como arpías de cabello rubio. No entendía como pero sabía que sólo así las podía describir y algo dentro de mi estaba seguro de que cualquiera podría entender a que me refería y estaría de acuerdo conmigo. No eran de ninguna edad en especial. Vestían ropa que lo único que tenía en común era que probablemente sería muy cara. Y la forma en que tomaban sus celulares te daba a entender que cosas importantes sucedían a través aparato. Arpías de pelo rubio caminando con carcamales de calvas relucientes. Y ninguno de ellos era Narro. Definitivamente no podría haber avanzado más rápido que yo, no en dos pies. Así que supuse que seguía ahí mismo y me dirigí por el camino más corto que pude saltando escaleras y espantando gente.

Había olvidado algo importante, y que ya sabía. Narro es un rockstar, al hombre le gusta salir en los periódicos. Al principio parecía acorralado, pero después de mirar con detenimiento me di cuenta que disfrutaba de estar rodeado de una veintena de personas con cámaras y micrófonos apuntándole directamente a la cara. En los ojos claros del rector se podía ver la forma en que disfrutaba el momento. Incluso no se sorprendía cuando una voz, que parecía venir del más allá le hacía preguntas. Al parecer lo estaban entrevistando en vivo en algún canal de televisión y conversaba con la conductora. Pero mientras él, fascinado intentaba responder con la mayor elocuencia, tanto un servidor como los guaruras que daban la espalda al rector éramos espantados por aquella áspera y falsa voz que no parecía venir de ningún lado.

Al ver a los guaruras no pude no compadecerme de ellos. Al menos yo elijo la ropa con la que me voy a asolear, pensé. Estas personas siempre parecen sacadas de otra época, una pasada en la que el poliéster parecía una buena idea. Y por alguna extraña razón cuando envejecen tienen un cierto aire de burócratas de la violencia que los vuelve definitivamente más repugnantes de lo que podría ser uno joven.
Cielito Lindo en gaita, tampoco estoy seguro, pero mientras los gaiteros enfrente de mi hacían sonar esos extraños instrumentos que parecen el sistema respiratorio y digestivo de algún animal mitológico, me di cuenta que las voces que cantaban las distintas canciones que interpretaban los gaiteros no venían de mi cabeza, sino que eran un coro, al cual alguna maestra española de edad avanzada gritaba instrucciones a mi lado. Al lado de mi oreja, para ser más exactos.

En ese momento me di cuenta que la mayoría de los estudiantes ya se habían dispersado y ahora sólo quedaban trajeados alrededor de mi, en general personas que se veían fuera de lugar en las escaleras de las islas. A medida que pasaba el tiempo, el seseo cada vez se volvía más insoportable, no se porque siento haber descubierto que el castellano de Asturias es bastante más marcado que el de catalanes o vascos, o por lo menos más desagradable, más pretencioso, supongo que al final de cuentas tiene que ver que mientras unos buscan ser autónomos o independientes. los otros todavía tienen un Príncipe.

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P.-S.

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