Testimonios sobre la masacre de Nochixtlán

Informacion de un compañero que fue hoy a Nochixtlán.

Comparto con Usted lo que hicimos el día de hoy.

Compañer@s hoy por la mañana nos trasladamos a Nochixtlan a dejar el apoyo económico que ustedes juntaron para apoyar a las personas que sufrieron la masacre en esa comunidad.

Sinceramente lo que se cuenta y circula por las redes sociales es sólo una mínima parte de lo que en verdad sucedió y continúa sucediendo hasta estos días.

Hay muchos que están luchando por sus vidas en los hospitales, todos por impactos de bala; y otra gran mayoría que han optado por permanecer en casa y esperar atención voluntaria por médicos de la comunidad, ya sea por temor a ser localizados en los hospitales por el estado represor o por imposibilidad económica.

En sólo unas horas que compartimos con la gente de Nochixtlan, nos percatamos de personas con balas alojadas en la cara, cráneos perforados con residuos del plomo de las balas, tibias destrozadas, personas que orinan sangre por tantos golpes, piernas que fueron atravesadas por con armas de fuego y varios hogares llorando por sus fallecidos en la masacre.

Espero pronto compartir con ustedes de viva viva voz y de manera más extensa los relatos tan impactantes y dolorosos que nos narraron esas valientes personas de la Mixteca Oaxaqueña.

De verdad que hay mucha ayuda de víveres, medicamentos, están muchos consultores de derechos humanos, gente apoyando; sin embargo, hay demasiados heridos, gente con miedo a hablar, gente que prefiere que sus heridas sanen por sí solas por el gran temor que se vive.

Nos dimos cuenta que quienes dieron la batalla fueron muchos jóvenes, por eso en su mayoría fueron los caídos.

Compañer@s, con toda la sinceridad del mundo, el pueblo Mixteco fue masacrado con toda ventaja de las fuerzas federales y a plena luz del día, no hay palabras que puedan explicar el dolor, la rabia e impotencia de esas personas.

El apoyo que ustedes humanamente recolectaron fue entregado a 4 personas, todas con heridas de bala; hubieran visto sus rostros de total agradecimiento, cuando quizá debía ser al revés, porque en realidad nosotros sólo abanderamos la lucha, y ellos ofrendaron su sangre.

Saludos a tod@s.


‘‘¡Viejas chapulineras, váyanse a hacer tortillas!’’ y ‘‘¡Putos huarachudos!’’, entre los insultos

‘‘¡Pinches oaxacos, ríndanse!’’, gritaban policías federales el domingo en Nochixtlán

Los denuestos iban acompañados de cartuchos de gas lacrimógeno, cuando no de balazos

Arturo Cano

24 de junio de 2016

Asunción Nochixtlán, Oax.

Pese a lo que se dice, la Policía Federal (PF) mexicana sí parece tener protocolos para enfrentar las protestas sociales. Uno de los puntos de ese manual ordena, si nos atenemos a las recientes actuaciones de la corporación, amedrentar a los locales con frases cargadas de racismo y palabras soeces.

Aquí, cuentan pobladores que estuvieron cerca de los federales el pasado domingo, los gritos fueron: ‘‘¡Pinches oaxacos, ríndanse!’’, ‘‘¡Viejas chapulineras, váyanse a hacer tortillas!’’, ‘‘¡Putos huarachudos!’’, y linduras por el estilo (en Chiapas, según testimonios de los docentes, les gritan ‘‘¡Pinche gente comechangos!’’) Los gritos iban siempre acompañados de cartuchos de gas lacrimógeno, cuando no de balazos. Del otro lado, además de piedras, la ofensa que resume las muchas que lanzaron fue: ‘‘¡Pinches lamehuevos del gobierno!’’

Los policías federales no contaban con que la despectiva expresión de ‘‘oaxacos’’ también alcanzaba a sus aliados en la refriega, los policías de Gabino Cué. En la primera fila de ataque, cuenta uno de los reporteros que se encontraba –como la mayoría– en el flanco de los uniformados, había unos 80 elementos. El resto se mantenía atrás.

Luego de un rato de escuchar los gritos de ‘‘oaxacos’’, los estatales reaccionaron encabronados y comenzaron a enfrentar verbalmente a los federales: ‘‘¡Si tienen muchos huevos váyanse enfrente, cabrones!’’, les gritaban. Ese desencuentro no impidió que los estatales rescataran a una mujer gendarme que tropezó y, en el piso, comenzó a recibir patadas de indignados pobladores. Sus compañeros, según el testimonio de un fotógrafo, la abandonaron, pero una veintena de estatales volvió por ella y la rescató a macanazo limpio.

El choque entre la población de este pueblo mixteco y las policías Federal y estatal duró tanto tiempo que los reporteros avecindados en la capital del estado tuvieron tiempo de llegar a hacer su cobertura. Cuatro de ellos arribaron a esta población alrededor de las ocho y media de la mañana del pasado domingo. La balacera ya había comenzado. Un poco después lograron llegar cuatro más. Para entonces, el ‘‘enfrentamiento’’ entre la población de Nochixtlán y las fuerzas del orden llevaba ya unas dos horas. La mayoría de los periodistas que lograron llegar quedaron, por un mero asunto logístico, del lado de los contingentes policiacos: 400 elementos de la Policía Federal y 400 de la estatal.

Sus imágenes, que comenzaron a circular casi de inmediato porque ellos lograron enviarlas en ese momento a muchos medios y redes sociales, fueron esenciales para que la Policía Federal, que en un principio argumentó que sus elementos acudieron desarmados, aceptara que sí llevaban armas, y que las utilizaron.

Uno de los colegas cometió la ‘‘imprudencia’’ de hacer fotos detrás de los policías federales que, hincados o pecho a tierra, disparaban contra los pobladores que atacaban con piedras y cohetones. Lo obligaron a borrar sus fotos. Uno más perdió su celular a manos de la policía, por estar ‘‘periscopeando’’. Y a un tercero el teléfono le fue arrebatado por los pobladores.

Un reportero gráfico que estuvo en Nochixtlán el domingo explica en la pantalla de su computadora el video que pudo captar. Se lo sabe de memoria. Va señalando, uno a uno, a los ocho policías federales que disparan a un costado de la Vulcanizadora Reyes, que se ha hecho célebre por estas mismas imágenes.

Hacia el mediodía, llegaron los refuerzos. Una treintena de elementos de la Gendarmería Nacional –unos bajaron de un helicóptero y otros arribaron por tierra–, todos armados, tomaron posiciones y comenzaron a disparar. Agotado el abastecimiento, los elementos en tierra recibieron el respaldo de otro helicóptero que lanzó gases desde el aire.

Los reporteros que cubrieron el choque piensan que los mandos decidieron la retirada cuando se disparó el último cartucho de gas. ‘‘Comenzaron a aventar piedras, pero después se replegaron, tal vez porque entre más tiempo pasaba llegaba más gente a enfrentarlos’’, dice uno de los fotógrafos. Al mirar que los policías se replegaban, ‘‘la gente se envalentonó y avanzó. Fue cuando golpearon a la gendarme’’, añade.

En Nochixtlán confluyen las carreteras libre y de cuota. La segunda sigue bloqueada y por la primera los pobladores sólo permiten el paso de vehículos pequeños, no sin antes pedir ‘‘una cooperación para las familias de los caídos’’.

Aproximadamente a un kilómetro del bloqueo está el hotel Juquila, al que pobladores le prendieron fuego porque, según testimonios, en su azotea se apostaron francotiradores que dispararon contra la multitud. ‘‘De ahí y de la marisquería que está enfrente’’, dice una vecina de la zona.

‘‘Mis hijos estaban enfrente del hotel y sintieron que los balazos venían de ahí. A un muchacho que estaba frente a ellos le tocó una bala y ahí quedó. Se comenta que fue desde la azotea del hotel, pero no lo puedo asegurar porque no lo vi’’, dice Martha Castellanos, presidenta del DIF en el vecino municipio de San Andrés Sinaxtla, quien el domingo se hizo cargo, con dos médicos, de una de las cinco ambulancias que no se dieron abasto para atender a los heridos.

La ambulancia hizo numerosos viajes entre las nueve de la mañana y las dos de la tarde. ‘‘En unos viajes llevábamos dos, en otros tres heridos”. Los galenos se encargaban de determinar en un segundo la gravedad de las lesiones y determinaban si se les trasladaba al hospital o al dispensario que se improvisó a las afueras de la iglesia. ‘‘A los menos dañados los llevamos al templo. No paramos porque todo mundo gritaba: ‘¡Ambulancia, ambulancia!’’’

La estación Nochixtlán de la Policía Federal está en el extremo contrario del lugar del enfrentamiento. Los pobladores le prendieron fuego.

La construcción aloja una patrulla calcinada y en el patio también hay un par de computadoras destrozadas y un montón de papeles. Entre los libros de partes informativos y de control de salida de armas y chalecos quedó también, ya sin su marco, la foto oficial del Presidente de la República, que colgaba en una de las paredes.

A unos pasos de ahí, está el enorme letrero que despide a los visitantes: ‘‘Vuelve pronto. Nochixtlán, ciudad de calidad y calidez humana’’.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/06/24/politica/005n1pol