Gobernarnos

Gustavo Esteva

La quincena fue devastadora. Lo fue para el gobierno y el Presidente, pero también para todos nosotros. ¿Cómo permitimos que se degradaran de tal modo la sociedad y el gobierno?

Cunde una vez más la pregunta de qué hacer al seguir en el cuchicheo para aclararnos las cosas.

Discutimos ampliamente la idea de la autodefensa. No cuestionamos la idea, pero sabemos que muchas autodefensas son ambiguas o confusas, cuando se mezclan con estructuras de arriba o bandas criminales. Las que claramente funcionan son expresiones de formas variadas de autogobierno comunal, en el que debemos poner el énfasis. Se trata de que cada grupo pueda construir o reconstruir las maneras de gobernarse, asumiendo las funciones habitualmente atribuidas al gobierno, una de las cuales es la seguridad.

No cabe hablar seriamente de autogobierno sin referirse a la asamblea, como herramienta que permita que la propia gente ejerza las funciones de gobierno y tome todas las decisiones importantes. Así aparece el desafío. La asamblea sigue viva y vigente en amplias zonas del país, en pueblos indígenas y campesinos. Existe también en muchas colonias populares, particularmente aquellas formadas en la lucha para asentarse, en la pelea por los servicios, en la defensa del territorio frente a desarrollistas y ­gobiernos…

Pero la asamblea desapareció en la mayoría de los espacios urbanos. La sustituyeron organismos espurios que fueron creando los partidos y los gobiernos, que sólo sirven para controlar, para mandar, para imponer las decisiones de arriba. Aquí y allá, por todas partes, hay quienes han logrado conquistar esos dispositivos y convertirlos en asamblea auténtica. Pero en general ya no hay. ¿Cómo revivirla? El cuchicheo dice que a veces se empieza con dos o tres personas que se encarnan como asamblea, y parecen loquitos, pero ahí está una semilla que se va extendiendo al condominio y luego a la cuadra y luego a la manzana y mucho después a toda la colonia…

El cuchicheo gasta también tiempo en discutir lo de autonomía. Suena muy bonito y todo mundo la acepta de inmediato, pero a la hora de construirla realmente, de hacer la vida autónoma, de no depender del mercado o del Estado para vivir, empiezan las dificultades. Muchos y muchas ya no saben cómo producir su propia vida y hay que aprender, a veces, desde cero…

Nada de esto puede llegar muy lejos si no hay alianzas, si no se relacionan los colectivos y las asambleas entre sí, si no se ponen de acuerdo en el apoyo mutuo, que empieza primero en el espacio propio, apoyándose unos a otros para construir una casa o en la comida o en lo que sea, pero debe construirse con otros y otras, aunque estén distantes, para aprender entre sí, para ofrecer solidaridad cuando hace falta, para poner el cuerpo si se requiere…

Se llega así a las herramientas que han de usarse para la resistencia y la lucha. Se habla de los medios. Una muy importante, cada vez más importante, es la herramienta de la humildad: aprender a escucharse, a dejarse guiar por la gente común, a saber que uno no es vanguardia o líder iluminado o nada que se parezca a eso, sino alguien dispuesto a dejarse transformar por lo que escucha. No se trata de mover a la gente o al país, como si fueran paquetes y se tratara solamente de llevarlos de un lado a otro; la herramienta consiste en conmover-se, actuar con el otro, la otra. Como en el amor.

Una herramienta circula desde mayo por todas partes: el semillero. El que organizaron los zapatistas se multiplica. Desde hace un par de meses se hacen por todo el país presentaciones del libro El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista I, que contiene la participación de la Comisión Sexta del EZLN en el semillero de mayo. Las presentaciones mismas son semilleros y a la vez expresión de otros semilleros y fuente de inspiración para unos más, los que en todas partes se están ocupando de generar los conceptos que nos faltan, esas herramientas indispensables para entender bien lo que está pasando y en particular para imaginar lo que sigue. Tenemos algunos conceptos antiguos, muy manoseados, que fueron muy útiles, pero ahora no dejan ver las novedades. Tenemos otros que nacieron muertos. Hay unos que nos sirven de anteojos, para ver mejor, pero algunos nada más permiten ver los propios anteojos, no a través de ellos. Y así. Nos hacen falta conceptos, nuevas formas de ver y experimentar el mundo, que permitan analizar bien la tormenta y concebir el refugio o hasta el arca, cuando haga falta. Sobre todo, aquellos que nos permitan transformar nuestra resistencia para dar los siguientes pasos en la lucha por la libertad.

gustavoesteva@gmail.com

http://www.jornada.unam.mx/2015/09/14/opinion/021a2pol