Territorios en disputa

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con Alberto Acosta, Ana María García, Claudia Composto, Diego Pérez Roig, Enrique Pineda, Ernesto Scheinvar, Esperanza Salazar, Giovanni Velázquez, Gladys Tzul Tzul, Héctor Alimonda, Henri Acselrad, John Holloway, Juan Carlos Flores Solís, Lizzette Santana, Lucia Linsalata, Mateo Martínez, Marxa Chávez, Mayeli Sánchez, Melissa Cardoza, Michael Löwy, Miguel Valencia, Mina Lorena Navarro, Movimiento Colombiano Ríos Vivos, Pablo Dávalos, Pedro Rosas Magrini, Raúl Zibechi, Samantha César, Silvia Federici

INTRODUCCIÓN

El presente libro está motivado por el interés de proporcionar un amplio panorama de la conflictividad socioambiental en América Latina, ubicando las tendencias generales que atraviesan a diferentes países de la región vis à vis las particularidades de cada caso, en relación a la disputa que enfrenta al capital y los Estados con los numerosos procesos de resistencia popular que se organizan contra la privatización, explotación, contaminación y directa destrucción de los bienes comunes naturales. En esta edición, además, presentamos una sección especial sobre México, para conocer con mayor detalle algunos de los ejes más significativos que adopta el despojo territorial, así como las expresiones sociales que luchan contra una renovada y brutal ofensiva extractivista en pos de impedir el cercamiento de lo común y crear nuevas formas no predatorias de relación entre los seres humanos y la naturaleza. En ese sentido, la última sección del libro está dedicada a explorar los principales debates teórico-políticos en torno de las diversas alternativas emancipatorias que están emergiendo frente a la mercantilización capitalista de todas las esferas de la vida.

Esta compilación se propone brindar herramientas críticas para analizar la crisis civilizatoria y la barbarie capitalista que avanza desenfrenadamente sobre el planeta entero; conocer las diversas y fecundas voces de alerta que se multiplican y fortalecen en toda Nuestra América para detener la locomotora del (neo)extractivismo; y reflexionar sobre la diversas propuestas y construcciones antisistémicas que ya comienzan a florecer en el seno de los propios movimientos sociales.

Durante las últimas cuatro décadas, las contradicciones del sistema se han profundizado aceleradamente, lo que se expresa en una expansión sin precedentes de la violencia capitalista. En este sentido, entendemos que el actual ciclo de conflictividad socioambiental es la expresión de una renovada oleada de políticas extractivas en el marco de una crisis general del capitalismo que busca ser paliada mediante el despliegue de una forma de acumulación basada principalmente en el despojo de lo común.

Partiendo de este diagnóstico, la propuesta que convidamos en este libro se interesa por comprender el conflicto social desde la perspectiva de los múltiples esfuerzos colectivos que resisten y se insubordinan a los imperativos del valor. Desde este polo de las relaciones de lucha, advertimos que si bien el capital y los Estados tienen poderosas capacidades para explotar y dominar el mundo humano y natural, no logra hacerlo de manera definitiva, sino enfrentando serias dificultades y reveses. En efecto, el poder ha tenido que radicalizar y sofisticar sus estrategias de avasallamiento sobre la vida, porque a la expansión y apropiación capitalista se oponen variadas intensidades del antagonismo social que desvían, obstaculizan o bloquean exitosamente su avance.

De modo que, en los textos que aquí se presentan, se pone atención en dos aspectos: por un lado, en las formas descarnadas y renovadas del despojo capitalista y, en específico, de las políticas extractivas impulsadas por los gobiernos de la región; por otro, en las expresiones del antagonismo social que en cientos de territorios se organizan para defender sus mundos de vida. Y, entre las dimensiones susceptibles de ser analizadas, nos interesa profundizar especialmente en los límites, potencialidades y desafíos que estas luchas sociales enfrentan en la defensa de sus territorios y en la construcción de alternativas.

Si bien todas las luchas en defensa del territorio son sumamente valiosas, cabe decir que por cuestiones de espacio aquí sólo pudieron recuperarse algunas de las más emblemáticas. La mirada panorámica de la que hablamos al inicio, también está relacionada con la intención de visibilizar los ejes de conflictividad socioambiental más importantes: la expansión en el uso de técnicas de explotación cada vez más agresivas y peligrosas para el medio ambiente, como es el fracking, la minería a cielo abierto y los monocultivos transgénicos; la implementación de proyectos de producción de energía como las presas hidroeléctricas y termoeléctricas; el desarrollo de numerosos megaproyectos de infraestructura para la circulación de las materias primas, tales como gasoductos, carreteras y aeropuertos; la expropiación y mercantilización del conocimiento ancestral y la cultura tradicional; los problemas de contaminación y la correlativa emergencia sanitaria que pesa sobre las poblaciones como consecuencia de las externalidades producidas por la extracción, producción, circulación, consumo y desecho de la riqueza social subsumida a los procesos de la acumulación de capital.

Creemos que esta tarea, y en particular el esfuerzo que aquí se presenta, abona en la producción de un tipo de conocimiento que, situado desde el antagonismo, se compromete con el cambio social, tan necesario para resistir y desafiar las actuales expresiones de la barbarie capitalista. En este sentido, los textos que integran este libro fueron elaborados por miembros activos de colectivos y organizaciones en lucha, así como por investigadores e intelectuales comprometidos con los procesos de transformación social.

El libro está organizado en tres partes. La primera sección, titulada Entre el despojo y las resistencias. Un recorrido por América Latina, comprende una decena de textos sobre experiencias sociales de lucha en distintas latitudes y rincones de Guatemala, Honduras, Colombia, Bolivia, Ecuador, Brasil, Perú, Chile y Argentina.

Esta sección comienza con un texto introductorio escrito por las activistas e investigadoras Claudia Composto y Mina Lorena Navarro, quienes exponen un conjunto de claves teórico-analíticas provenientes del marxismo crítico que aportan a la comprensión de la lógica continua e intrínseca de las políticas de despojo en los procesos de acumulación de capital; así como del rol de América Latina en la división internacional del trabajo impuesta por las dinámicas imperialistas, en tanto proveedora histórica de naturaleza para el mercado mundial, actualmente profundizado por el desarrollo del (neo)extractivismo. Por otro lado, construyen una exhaustiva clasificación de las diversas estrategias que conforman un dispositivo expropiatorio, utilizado por las empresas y los gobiernos para instalar la lógica del modelo extractivo en los territorios y entre sus poblaciones.

Asimismo, comparten una serie de reflexiones acerca de las características distintivas que presentan los emergentes movimientos socioambientales en la región que, en diversos casos, han logrado frenar los procesos de mercantilización de la naturaleza en sus territorios, y avanzar en el acceso y gestión colectiva de los medios de existencia necesarios para la reproducción de la vida humana y no humana, convirtiéndose en importantes referentes para reflexionar sobre vías de transformación social radical.

Otro valioso texto introductorio a la temática que aquí se aborda es el del activista y periodista uruguayo Raúl Zibechi, quien nos alerta sobre la profundización actual de un capitalismo de guerra contra “los de abajo”, basado en un modelo de acumulación por desposesión en el que las poblaciones se han convertido en verdaderos obstáculos para su desarrollo, razón por la cual el tándem capital-Estado opera mediante la lógica del “campo de concentración”, dividiendo el mundo entre las zonas “del ser” –donde aún se negocia cierta integración subordinada– y las zonas del “no ser” –donde se ha renunciado a toda pretensión hegemónica y se actúa mediante el permanente estado de excepción. Allí se lleva a cabo un genocidio silencioso pero sistemático a través del despojo territorial. En este sentido, el avance del extractivismo en América Latina es inseparable de la profundización de la violencia sobre la vida, que se materializa en la criminalización, represión y militarización dirigida a eliminar pueblos, vaciar territorios y reconectarlos al mercado mundial. Partiendo de este diagnóstico, el autor analiza las principales características del modelo extractivo en la región y las nuevas formas de acción que están llevando adelante los movimientos sociales contra el despojo, entendiendo que no pueden limitarse a repetir los repertorios tradicionales, en tanto se mueven en espacios donde las reglas del juego son absolutamente diferentes.

Así, en los territorios donde se actualizan las prácticas típicas de la colonización, donde la humanidad está siendo negada, se ensayan innovadoras formas de lucha que merecen la atención de quienes aspiran a lograr una transformación integral de la sociedad.

Posteriormente, se presentan un conjunto de artículos dedicados al estudio de casos, encabezados por el texto de Héctor Alimonda, intelectual argentino radicado en Brasil, quien desarrolla una interesante genealogía histórica de la explotación minera en el Perú, hasta llegar a nuestros días, donde esta actividad extractiva es relanzada en el marco de las reformas neoliberales propias de los años noventa, de la mano de empresas transnacionales y bajo el impulso de nuevas técnicas de extracción, mucho más destructivas que las tradicionales. Así, la gran minería metalífera a cielo abierto invadirá el área serrana del país con cientos de megaproyectos en distintas etapas de operación que, a su vez, requerirán de la construcción de numerosas hidroeléctricas que las provean de energía, las cuales se radicarán principalmente en la zona amazónica. La contracara de esta ofensiva extractivista se verá en la incansable resistencia de importantes movimientos sociales, como la Coordinadora Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería (Conacami) en la Sierra; y la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), que nuclea a los pueblos indígenas de la Amazonía, protagonistas de la paradigmática rebelión de Bagua en 2009 –también conocida como “el baguazo”– que el autor analiza con gran detalle.

Los activistas e intelectuales ecuatorianos Alberto Acosta y Mateo Martínez Abarca, nos narran el proceso histórico de las diversas fases de acumulación del capital en Ecuador, pasando por la burguesía agroexportadora, el encadenamiento de la economía nacional a la renta del petróleo y la llegada del neoliberalismo, con la consustancial política de expansión de la agroindustria y profundización del extractivismo. Un hilo conductor en este (mal)desarrollo es la permanente resistencia del movimiento indígena, que ha desplegado históricamente una serie de estrategias organizativas para enfrentar las políticas estatales que, de manera sistemática, han buscado desestructurar sus formas de vida.

La activista boliviana Marxa Chávez realiza un profundo análisis del conflicto suscitado en torno a la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, cuyo segundo tramo atravesará el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Secure –más conocido como Tipnis–, destruyendo delicados ecosistemas, culturas ancestrales y formas de vida tradicionales de los pueblos originarios que históricamente han habitado dicha área protegida. Según la autora, el propósito de tal carretera –promovida por el gobierno nacional sin proceso de consulta previa a las comunidades
afectadas, y financiada por el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (bandes)–, responde a un reordenamiento geopolítico capitalista (neo)colonial, tendiente a la apertura de rutas comerciales para beneficio de los grandes productores (agrícolas y ganaderos) y clave para la industria petrolera de ambos países. En el texto se reconstruye la genealogía histórica del conflicto y se caracteriza el posicionamiento de los diversos y múltiples sujetos involucrados en esta disputa territorial, haciendo hincapié en los repertorios de acción y el reclamo central de las comunidades que defienden la propiedad colectiva de la tierra, así como en las estrategias de cooptación desarrolladas por el Estado boliviano a los fines de dividir internamente a los pueblos involucrados y lograr la licencia social para operar.

El activista y politólogo argentino Diego Pérez Roig analiza la progresiva expansión de la frontera hidrocarburífera en dicho país, a partir del reciente descubrimiento de cuantiosas reservas de petróleo y gas no convencionales, que convierten a la Argentina en la tercera nación con mayores reservas de gas de esquito y petróleo en roca madre, los cuales deben ser extraídos mediante un novedoso método que se conoce como “fractura hidráulica” o fracking. Esta técnica agrava exponencialmente las
consecuencias socioambientales que las explotaciones tradicionales de gas y petróleo ya han producido históricamente en el territorio nacional.

En 2012, el gobierno anunció un acuerdo con la empresa estadounidense Chevron para la explotación del yacimiento Vaca Muerta –uno de los más grandes del mundo– ubicado en la Patagonia Argentina. No obstante, el autor relata cómo en diversas localidades ya comienza a emerger un incipiente movimiento anti-fracking que crece día tras día. Además de realizar acciones directas y de difusión de la problemática, algunos grupos también han optado por dar la batalla dentro de las instituciones, exigiendo la sanción de leyes que prohíban el avance de esta actividad extractiva sobre sus territorios.

Luego, el texto de Gladys Tzul Tzul, indígena maya kich’e, describe las formas recrudecidas con las que opera el despojo en Guatemala después de la firma de los Acuerdos de Paz, y se adentra en la lucha de las doce comunidades kaqchikeles de San Juan Sacatepéquez contra la cementera San Gabriel y la construcción de una carretera. En esta experiencia destaca la auto-organización social y la voluntad colectiva de las comunidades que, no sólo luchan contra la amenaza de despojo de la empresa Cementos Progreso propiedad de la Familia Novela, sino contra las políticas estatales que desconocen y niegan las formas históricas de organización política de
los pueblos originarios.

El activista y sociólogo Enrique Pineda expone la historia de despojo, resistencia y defensa del territorio de los mapuche contra el Estado-nación chileno. Se trata de un largo proceso de acumulación por desposesión sobre el territorio, que va desde la colonización agrícola en el siglo xix, hasta la instalación de la industria maderera y papelera a partir de 1970, cuya injerencia se viene profundizando hasta nuestros días. Resalta la experiencia de la Coordinadora Arauco Malleco (cam) que –al igual que en otros casos de América Latina– se articula en torno a una política alternativa no estadocéntrica, que trata de desarticular los procesos de colonialismo interno y de dominación etnoclasistas, así como de rechazar la sujeción a las formas del mercado. La lucha de la cam representa un ícono de resistencia y reconstrucción de un sujeto político colectivo en abierto antagonismo con el expansionismo extractivista de los gobiernos de derecha y centro-izquierda. El territorio es la base de la reproducción del pueblo mapuche, por lo que su defensa es al mismo tiempo una lucha por la existencia de estas comunidades.

Por su parte, la escritora feminista Melissa Cardoza, a través de la recuperación de testimonios y documentos elaborados por el pueblo Lenca en Honduras narra, con un elocuente estilo literario, lo que ellos mismos llaman “el ejercicio autónomo y control territorial comunitario, pacífico y enérgico” de mujeres, hombres, niñas y niños contra la implementación de la represa en Río Blanco propiedad de la empresa desa, financiada por el Banco Centroamericano de Integración Económica, el Banco Mundial y otros capitales de origen holandés y finlandés. En específico, se adentra en la experiencia del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (copinh), organización de lucha del pueblo lenca –asentada en tres departamentos del país: La Paz, Intibucá y Lempira–, que ha centrado su trabajo en la recuperación de prácticas ancestrales para resolver problemas y enfrentar los ataques a sus formas de vida mediante el fortalecimiento comunitario. La determinación y terquedad de los pueblos lenca no sólo ha logrado bloquear la construcción de la represa, sino que además se ha instalado como una fuente de inspiración y aprendizaje para otras experiencias que defienden la vida.

El Movimiento Colombiano por la Defensa de los Territorios y Afectados por las Represas “Ríos Vivos” (mrv) aporta un texto colectivo que denuncia las consecuencias destructivas de la construcción de megaproyectos hidro-eléctricos en el país, destinados a abastecer las necesidades energéticas de las industrias extractivas a nivel nacional –especialmente de la gran minería– e internacional, en detrimento de los ecosistemas y los pueblos ancestrales arraigados al territorio. Así, la construcción de represas supone la depredación irreparable de ecosistemas enteros, poniendo especialmente en riesgo la disponibilidad de agua dulce para la población. En paralelo, implica la destrucción de numerosas comunidades y el desplazamiento de miles de personas hacia las grandes ciudades, donde son forzadas a abandonar sus actividades económicas tradicionales por formas de trabajo precario e informal, cuando no engrosan directamente las filas de desocupados crónicos. Por otro lado, el mrv también reconstruye su historia y múltiples acciones de lucha desde su surgimiento en 2011, a fin de potenciar la resistencia de decenas de pueblos, asambleas y organizaciones de Colombia, en pos de la construcción de un nuevo modelo energético popular que anteponga las necesidades sociales sobre las del extractivismo, que incentive la reducción del consumo en lugar del despilfarro energético y que priorice el bienestar de los humanos y la naturaleza antes que la ambición de la ganancia privada.

Posteriormente, los investigadores brasileños Pedro Rosas Magrini y Ernesto Scheinvar Gottdiener, analizan los aprendizajes y experiencias de agroecología llevadas adelante por el Movimiento de los Pequeños Agricultores (mpa) y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst) en aquel país, como forma de resistir el avance de los agronegocios ligados a la producción de monocultivos con “paquetes tecnológicos” fomentados por empresas transnacionales, que se basan en la siembra directa, la utilización de semillas transgénicas y la fumigación con agrotóxicos; proceso que acarrea una profunda concentración de la tierra, violentos desalojos de campesinos, masivos desmontes y contaminación del territorio.

Por último, la activista e investigadora italiana radicada en México, Lucia Linsalata, analiza la notable iniciativa de los sistemas comunitarios de agua en la zona sur de Cochabamba, Bolivia, localidad que en el año 2000 fuera escenario de la Guerra del Agua –la primera gran victoria popular en América Latina contra el capital trasnacional– y que, actualmente, alberga una de las experiencias más notables en el mundo de manejo territorial y comunitario del preciado y escaso bien hídrico en contextos urbanos; una práctica absolutamente sui generis que rompe radicalmente tanto con la
lógica de la gestión estatal del agua como con la de la gestión privada, en la medida en que se trata de un servicio auto-producido y auto-gestionado por los mismos habitantes de dicha ciudad.

La segunda sección, titulada Luchas en defensa del territorio y los bienes comunes naturales. Una mirada sobre México, está integrada por una serie de textos centrados en casos emblemáticos de resistencia comunitaria indígena, campesina y urbana al despojo extractivista en el país.

El geógrafo y miembro del Comité de Solidaridad con la Tribu Yaqui, Gabino Giovanni Velázquez, explora desde una perspectiva histórico-geográfica, la continuidad de las políticas de mercantilización y privatización de bienes naturales y sociales desde la conquista de América hasta los actuales tiempos neoliberales. En esta histórica batalla del capital y el Estado-nación mexicano contra los pueblos indígenas, el autor nos adentra en la “geografía de la barbarie”, conformada por múltiples dinámicas de despojo a lo largo del territorio nacional que –encubiertas por concesiones y leyes–, se desarrollan vertiginosamente a un ritmo que dificulta la organización de las comunidades. No obstante, también existe una “geografía de la resistencia”, en la que destaca la deter-minación de la lucha de la tribu Yaqui en Sonora –que recibe su nombre del río que atraviesa su territorio ancestral– contra un nuevo proceso de desposesión. Se trata de la construcción y puesta en marcha del Acueducto Independencia que trasvasará dicho río para satisfacer las necesidades productivas de sectores como el industrial, aeroespacial, inmobiliario y turístico. Este proyecto expresa el resurgimiento de una política de exterminio que se suma a la larga lista de agravios que la Tribu Yaqui ha enfrentado desde la invasión española. Hoy la lucha contra el despojo del río Yaqui es fundamental para garantizar la posibilidad de reproducción de la vida y existencia de este pueblo.

La activista Esperanza Salazar Zenil, explica la continuidad de la historia de despojo territorial, violación de derechos humanos y contaminación del medio ambiente por la actividad minera en México, desde la llegada de los españoles hasta su acelerada intensificación en las últimas dos décadas, dando pie a lo que se conoce como “Modelo Extractivo Minero”.

A este respecto, el neoliberalismo trajo consigo un conjunto de reformas, como la realizada en la Ley Minera, que junto con la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, han pavimentado el camino para la entrada de un devastador tipo de extracción de metales en manos de las empresas mineras nacionales y trasnacionales. La autora expone algunas experiencias de articulación de lucha antiminera, como es el caso de la Red Mexicana de Afectados por la Minería (rema) en México, o el Movimiento Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero (M4) que aglutina a comunidades y organizaciones de todos los países de Mesoamérica y Canadá. Dentro del espectro de las luchas antimineras que en el territorio mexicano han logrado articular un proceso de resistencia y organización, desde Baja California Sur, San Luis Potosí, Jalisco, Guerrero, Morelos, Puebla, Oaxaca, Veracruz hasta Chiapas, se adentra en la experiencia de lucha de la comunidad de Zacualpan contra el proyecto minero de la empresa gabfer s.a de c.v. en Colima, donde se logró el reconocimiento de “Territorio Libre de Minería”. Si bien esta victoria no garantiza la cancelación definitiva de las concesiones, nutre y fortalece la organización para la defensa del territorio y el bloqueo contra lo que las comunidades denominan “proyectos de muerte”.

Samantha César Vargas y Juan Carlos Flores Solís, actual preso político, nos hablan sobre el conflicto generado con el lanzamiento del Proyecto Integral Morelos (pim), que prevé la instalación de dos centrales termoeléctricas, un acueducto de 15 kilómetros y un gasoducto de 160 kilómetros de longitud que atravesará sesenta pueblos que rodean al volcán Popocatépetl en los estados de Morelos, Puebla y Tlaxcala. Además
comparten la experiencia de conformación y organización del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua, Morelos, Puebla y Tlaxcala (fpdta-mpt) que, junto con otras organizaciones, ha denunciado los efectos de este emprendimiento y la profundización del modelo extractivo en general a partir de la aprobación de las leyes secundarias de la reforma energética en el país.

La defensora de derechos humanos, Ana María García Arreola, muestra la oposición que existe entre el modelo desarrollista implementado por el gobierno mexicano y la identidad comunitaria de los pueblos, haciendo especial hincapié en el caso del Consejo de Pueblos en Defensa del Río Verde. Se trata de un esfuerzo comunitario emblemático en el país por su persistencia y capacidad para frenar exitosamente el desarrollo del proyecto hidroeléctrico “Paso de la Reina”.

La antropóloga y activista, Lizette Santana Belmont, expone las problemáticas de contaminación y envenenamiento de los ríos en México y, en específico, trata el alarmante caso de la cuenca baja del río Lerma- Santiago. Destaca el proceso organizativo de “Un Salto de Vida”, colectivo que cohesiona a algunos habitantes del municipio de El Salto, en la zona conurbada de la ciudad de Guadalajara, en torno a la lucha contra los impactos socioambientales producidos por la contaminación del río Santiago.

Y es que este cuerpo de agua recibe los afluentes provenientes de residuos municipales, de las actividades productivas de las industrias, y de los desechos y lixiviados depositados en el basurero municipal. En suma, quienes ahí viven se enfrentan a todas las fuentes posibles de contaminación del agua, el aire y el suelo, por los gases y residuos peligrosos, además de estar altamente expuestos a accidentes y contingencias industriales. No obstante, la autora plantea que en esta historia no sólo podemos encontrar la pelea contra el cáncer, las enfermedades crónico-degenerativas, la muerte, la devastación ecológica, la corrupción, la impunidad, el odio y la violencia, sino una potente experiencia de resistencia y organización basada en la creatividad, imaginación y lucha por la vida.

La bióloga y activista, Mayeli Sánchez Martínez, expone la profundidad histórica de la domesticación del maíz, siendo México centro de origen de al menos 59 especies nativas desarrolladas durante siglos por sus poblaciones autóctonas. De modo que la lucha de cientos de pueblos indígenas, comunidades campesinas y organizaciones en defensa de la semilla criolla y contra la introducción del agronegocio y sus paquetes tecnológicos de transgénicos y agrotóxicos, es vital para mantener la diversidad y la soberanía alimentaria. En este sentido, destaca el Proyecto de Desarrollo Rural Integral Vicente Guerrero en el estado de Tlaxcala, impulsado para rescatar y defender una forma de agricultura diversa y sostenible, reconociendo el papel de los campesinos y su “hacer milpa”, en un contexto de profundas adversidades para la reproducción de la vida.

Finalmente, la tercera sección titulada Alternativas emancipatorias en debate, expone un conjunto de trabajos relacionados con la construcción de prácticas antisistémicas y horizontes societales poscapitalistas para la reproducción de la vida, que buscan ir más allá del patrón civilizatorio dominante en la actualidad.

En primer lugar, el economista ecuatoriano, Pablo Dávalos, presenta una reflexión teórica en torno de las potencialidades emancipatorias que contiene la cosmovisión del Buen Vivir o Vivir Bien –Sumak Kawsay en su voz kichwa, o Suma-Qamaña en su versión aymara–, cuya traducción más apropiada sería la de “vida en plenitud”, entendida como convivencia comunitaria en armonía y respeto mutuo con la naturaleza y, por lo tanto, opuesta a la lógica mercantil e individualista de la acumulación de capital. Según el autor, esta visión de mundo emergente de la centenaria praxis social de resistencia indígena andino-amazónica contra la violencia colonizadora de la modernidad capitalista –que niega la existencia de la otredad y, en consecuencia, la elimina u homogeniza para subordinarla–, propone un profundo giro epistemológico desde una perspectiva civilizatoria no predatoria que abre espacios para cuestionar el sentido y la estructura dada de la realidad en pos de refundarla radicalmente Así, el Sumak Kawsay-Suma Qamaña se convierte actualmente en un acontecimiento político fundamental para construir formas alternativas de habitar el mundo y otorgar nuevos contenidos a los horizontes de transformación social. Para liberar a nuestras sociedades de toda opresión es fundamental comprender y resolver los problemas creados desde la propia trama civilizatoria de la modernidad y el capitalismo, pero sólo podremos hacerlo desde otra perspectiva civilizatoria que, basada en la crítica y el desaprendizaje del canon establecido puede reconstruir una mirada más plural que implique la creación de otros mundos posibles.

El investigador brasilero, Henri Acselrad, desarrolla la propuesta de “Justicia Ambiental” como categoría de lucha que los movimientos sociales evocan para denunciar la desigualdad y discriminación socioambiental y reclamar jurídicamente el acceso al derecho de reparación para los afectados por daños producidos en sus territorios por industrias contaminantes o megaproyectos extractivos. Pero esta perspectiva va más allá de la contienda legal, contemplando aspectos distributivos y de reconocimiento que ponen en evidencia las diferencias existentes entre diversos sectores sociales en torno del acceso a los bienes comunes naturales y al padecimiento por su degradación, así como la disparidad entre quiénes son considerados actores legítimos en los conflictos y quiénes son excluidos como interlocutores. No casualmente, la destrucción de los ecosistemas por la contaminación y el saqueo se superpone con las condiciones de clase, etnia y género de sus principales habitantes, convirtiendo a los pobres, negros, mestizos e indígenas, especialmente si son mujeres, en los principales sujetos del sufrimiento ambiental a partir de la expoliación de sus medios de existencia y reproducción de la vida, generalmente vinculados al acceso directo a los productos de la tierra. No obstante, también los transforma en los protagonistas por excelencia de la resistencia al despojo capitalista.

El activista y ensayista, Miguel Valencia, detalla la propuesta del “Descrecimiento”, que invita a huir del totalitarismo economicista, desarrollista y productivista; a erradicar de nuestras propuestas políticas las palabras crecimiento, progreso y desarrollo, debido a sus consustanciales implicaciones depredadoras, contrarias a la sana convivencia humana con la naturaleza. El descrecimiento es un proyecto político que consiste en la construcción de sociedades autónomas, cooperativas y ecológicas, con nuevas matrices de producción y consumo basadas en las necesidades colectivas que, por supuesto, variarán en cuanto a mecanismos y estrategias para los países del sur y el norte.

Michael Löwy, conocido intelectual marxista, promotor de las ideas del “Ecosocialismo”, señala que la frenética carrera por la ganancia, en el marco de una lógica productivista y mercantil propia de la civilización capitalista/industrial, nos está conduciendo a un desastre ecológico de proporciones incalculables. En la búsqueda por encontrar caminos de resistencia y superación, propone la convergencia entre el socialismo y la ecología. De hecho, para el autor, la implicación recíproca entre ambos planteamientos es fundamental para renovar una crítica al capital que esté a la altura de los desafíos del siglo xxi, lo que supone romper con la concepción tradicional del “desarrollo de las fuerzas productivas” y con la ideología del progreso lineal de la civilización industrial moderna. Así, se abren un conjunto de propuestas para la transición hacia un nuevo modo de producción y de consumo anticapitalista que, en suma, implique un cambio civilizatorio que sólo puede ser construido a partir de los movimientos sociales y comunidades que resisten la globalización capitalista neoliberal en todo el planeta.

Por otro lado, las activistas e investigadoras Mina Lorena Navarro y Lucia Linsalata realizan una interesante y profunda entrevista a la destacada feminista Silvia Federici, quien expone una serie de reflexiones en torno a la continuidad de la acumulación originaria en tiempos del neoliberalismo, donde los duros procesos de despojo de lo común están provocando una crisis de la reproducción social. Sin embargo, ante estas ofensivas se contrapone el poder creativo de las luchas comunitarias de defensa y reapropiación de la riqueza social en los ámbitos rurales pero también urbanos.

Para concluir, el artículo de John Holloway, destacado intelectual irlandés radicado en México, nos exhorta a que ¡Comunicemos!, a modo de invitación para que empecemos a ejercer una transformación activa y permanente de las condiciones de vida que nos son impuestas por el poder sobre, al tiempo que vamos ensayando alternativas radicales a la eseidad cosificada del capitalismo que tiendan a recuperar el poder hacer humano y, con ello, nuestro potencial creativo y libertario para la construcción de un mundo alternativo, sin opresores ni oprimidos, donde la relación con la naturaleza esté orientada por la lógica del valor de uso y no de la mercancía. En este sentido, el verbo comunizar representa el movimiento contra aquello que se interpone en el camino hacia la autodeterminación social de nuestras vidas en armonía con el medio ambiente.

En definitiva, a partir de todos estos conceptos críticos, experiencias de lucha y debates sobre las potenciales alternativas que recopilamos en la presente edición, sostenemos que la depredación sin límites de la naturalezaen nombre del progreso y el desarrollo capitalista nos está arrastrando hacia una crisis civilizatoria que amenaza a la humanidad toda con la posibilidad de un colapso social y ecológico sin precedentes.

No obstante, consideramos que, de la mano de los movimientos sociales, organizaciones populares, comunidades campesinas y pueblos originarios, América Latina está siendo protagonista de un profundo cambio de época, donde se está fortaleciendo una renovada relación entre hombresmujeres-naturaleza. Creemos que la simiente de una transformación social integral está germinando en estas luchas, de que los frutos de la emancipación están madurando en las múltiples experiencias de construcción de alternativas, y debemos prepararnos para el tiempo de la cosecha que se avecina, al ritmo de las rebeliones y dignidades de Nuestra Abya Yala.

Claudia Composto

Mina Lorena Navarro

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