Marx en Soho

De la mano del historiador Howard Zinn, el Viejo Topo cabalga de nuevo para limpiar su nombre y denunciar el horror de un tiempo que se cree civilizado pero no envidia nada al siglo XIX. Una obra de teatro que está siendo puesta en escena como ¿Valdrá la pena hablar de Marx?


Marx en Soho

Las luces se apagan. Luz en el centro del escenario, se puede ver una barra de bar, una mesa y varias sillas. Marx entra, vistiendo una elegante chaqueta negra, camisa blanca y una corbata negra. Con barba corta, bajo y fornido, con un mostacho negro y pelo canoso. Lleva puestas lentes de acero. Lleva una bolsa, para, camina al borde del escenario, mira a la audiencia y parece agradecido, un poco sorprendido.

¡Gracias a Dios, una audiencia!

Deja las cosas de la bolsa: unos pocos libros, periódicos, una botella de cerveza, un vaso. Se gira y camina al borde del escenario.

¡Qué bien que hayáis venido! No os dejasteis engañar por todos esos idiotas que decían: ¡Marx ha muerto! Bueno, lo estoy..., pero no lo estoy. Aquí tenéis un poco de dialéctica.

No parece estar bromeando sobre él o sus ideas. Quizás se ha moderado con los años, pero justo cuando piensas que Marx se ha suavizado, hay explosiones de rabia.
Se preguntarán cómo llegué hasta aquí....

sonríe con picardía...

transporte público.

Su acento es ligeramente británico, ligeramente continental, nada que llame la atención, pero definitivamente no es americano.

No esperaba volver aquí...Yo quería volver al Soho. Ahí es donde vivía en Londres. Pero... un lío burocrático, y aquí estoy, en el Soho de Nueva York....

Suspira.

Bien, siempre he querido visitar Nueva York.

Se sirve cerveza, bebe, y la deja otra vez. Su humor cambia

¿Por qué he vuelto?

Muestra un poco de rabia.

¡Para limpiar mi nombre!

Se abstrae.

He estado leyendo vuestros periódicos...

coge uno.

¡Ellos proclaman que mis ideas han muerto! No es nuevo. Esos payasos llevan diciéndolo por más de cien años. ¿No os preguntáis por qué es necesario declararme muerto una y otra vez?

Bueno, estoy harto. Pedí poder volver, sólo por poco tiempo. Pero hay reglas. Os lo he dicho, es la burocracia. Se te permite leer, incluso mirar, pero no viajar. Protesté, por supuesto. Y tuve algún apoyo... Sócrates les dijo: "La vida sin viajar no me-rece la pena vivirla". Gandhi ayunó. La madre Jones amenazó con montar un piquete. Mark Twain vino a mi defensa, con su peculiar estilo. Buda meditó: Ummmmm. Pero los otros callaron. Por Dios, a estas alturas, ¿qué tienen que perder?

Sí, también tengo reputación de follonero. E incluso allá arriba ¡la protesta funciona! Al final dijeron, vale, puedes ir, te damos una hora o así para desahogarte, pero recuerda, ¡nada de aren-gas! Ellos creen en la libertad de expresión..., pero dentro de unos límites.

Sonríe.

Son liberales.

Haced correr la voz: ¡Marx ha vuelto! Por poco tiempo. Pero entended una cosa: yo no soy marxista.