Mandela purificado

por Mumia Abu-Jamal

Nació Rolihlahla en julio de1918, en una nación donde no era realmente ciudadano, en un país llamado la Unión de Sudáfrica que formaba parte del Imperio Británico.

El mundo llegaría a conocerlo como Nelson, el nombre que le puso un maestro de primaria. Nelson Mandela.

Finalmente, después de vivir 95 años, Mandela ha regresado a sus antepasados. Entre el nacimiento y la muerte, él abrió el camino a una vida asombrosa de amor y revolución, de lucha y resistencia, de prisión y aislamiento, de libertad y. . . tránsito.

A su deceso, los medios estadounidenses lo han pintado como un tipo de líder africano de los derechos civiles, tal vez un Martin Luther King Quinto, con halo de cabello blanco.

Un presidente emitió una declaración lamentando su “condena ilícita”.

De hecho, es peligrosamente engañoso hacer de Mandela un King o un Malcolm. No era ni el uno ni el otro.

Era simplemente él mismo: un abogado africano que utilizó cada herramienta a su disposición, legal cuando fue posible, ilegal cuando fue necesario, para resistir un sistema que aplastaba a las vidas africanas como si fueran cáscaras de cacahuate. Era un revolucionario, un guerrillero armado y comandante de un ejército guerrillero, Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación) del Congreso Nacional Africano (ANC).

Después de 1948, el gobierno de Sudáfrica se volvió un instrumento de terror y tortura que sólo un pueblo paranoico como los bóers sudafricanos pudo montar.

Bajo el estandarte del Partido Nacional, el gobierno erigió la odiosa barrera del apartheid (“el estar aparte” en afrikáans), la cual llevó la supremacía blanca y la subordinación negra a niveles verdaderamente demenciales y deshumanizantes.

Sudáfrica se volvió la encarnación del racismo blanco legalizado y de una descarada opresión brutal, diseñada principalmente para obtener y explotar el trabajo de los negros al precio más bajo. A cada oportunidad, este sistema sembró humillación, dolor y violencia en la vida de los Africanos. Corrompió cada faceta de la vida africana –– economía, educación, salud, empleo y familia–– para el beneficio de los blancos.

El Dr. Nelson Mandela fue encarcelado después de ser encontrado culpable de sabotaje como parte de sus actividades guerrilleras, y recibió una sentencia de cadena perpetua.

El creciente movimiento contra el apartheid y la subsecuente campaña de desinversión que obligó a las instituciones occidentales a retirar su capital invertido en el régimen apartheid, persuadió a los sectores líderes del poder blanco sudafricano a sentarse en la mesa de negociaciones y transformar su política.

Lo hicieron ––con una importante condición: Entregaron la maquinaria política del país al Congreso Nacional Africano (ANC), sí. Pero liberaron la economía del control político.

Kwame Nkrumah, el primer presidente de la Ghana postcolonial dijo una vez que “La independencia política sin independencia económica es sólo una ilusión”. La certeza del adagio de Nkrumah se demostró cuando se ganó la Independencia sudafricana: a los negros se les abrió la puerta a cargos electos, pero se les cerró la puerta a la inmensa riqueza del país al ponerla en manos privadas.

El Dr. Nelson Mandela fue contratado para consolidar esta situación, y hoy en día Sudáfrica es una de las naciones más desiguales económicamente sobre la faz de la tierra, sólo rebasada, tal vez, por Estados Unidos.

Dicho esto, lo que hizo Mandela fue dirigir a una nación conocida como un paria internacional y transformarla en una de las naciones más respetadas del mundo. Cerró la puerta de la historia a un país que, al parecer, buscaba tomar el lugar de los Nazis en el racismo y el odio.

El hijo de una familia real de una tribu africana en tierra ocupada del Imperio Británico, en una nación donde la raza y color de la piel dio a uno el derecho al privilegio o a la opresión, abrió la puerta a una nueva nación cuando salió de la prisión política para llegar a la Presidencia.

Esta es materia de una obra de gran dramatismo, de sueños hechos realidad, de pérdidas épicas, de hiriente soledad, de hacer lo correcto en el momento correcto.

Mi cuñado y diplomático estadounidense me dijo una vez que Sudáfrica era el país más hermoso que jamás había visto, pero que sus políticas y prácticas racistas lo habían convertido en uno de los más feos.

El Dr. Nelson Rolihlahla Mandela y el enorme movimiento internacional anti-apartheid ayudaron a devolver esa hermosura.

Mandela inspiró a millones, dentro y fuera de Sudáfrica. Inspiró a millones de personas blancas y europeas con lo que se llamó “reconciliación”, pero lo que esto significaba para ellos era que el gobierno les permitió quedarse con sus tierras y ganancias ilícitas.

Los africanos recibieron orgullo y dominio político; los blancos recibieron riqueza, tierras y privilegios económicos.

Una vez más, los negros pagaron el precio de la “paz social” y de un acuerdo político.

Tal vez se eliminó el apartheid, pero el privilegio, no.

Para millones de sudafricanos, la larga caminata a la libertad no termina.

Desde la nación encarcelada, soy Mumia Abu-Jamal.

— © ‘13maj

8 de diciembre de 2013

Audio grabado por Noelle Hanrahan: www.prisonradio.org

Texto circulado por Fatirah Litestar01@aol.com

Traducción Amig@s de Mumia, México

http://amigosdemumiamx.wordpress.com/2013/12/17/mandela-purificado/


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