De Atenco al 2 de octubre: una izquierda complaciente con la derecha

Javier Hernández Alpízar

Babel

No puedo evitar pensar en el Atenco de 2006, al ver las imágenes de la represión que este 2 de octubre desató el gobierno perredista de Miguel Mancera contra jóvenes, mujeres, estudiantes, fotógrafos, periodistas, comunicadores, defensores de derechos humanos, con gases lacrimógenos, balas de goma, latas de gas, golpes y detenciones arbitrarias. Injusticias prohijadas por representantes de la CNDH como chaperones de la represión y por el linchamiento mediático contra los manifestantes, así como ha sido durante semanas contra las y los maestros, y esta vez contra el fantasma que los voceros de la policía que dicen hacer “periodismo” han construido: los anarquistas. Cuando los medios se dedican a decir “teman, vienen los anarquistas” es síntoma de cuánto la derecha se acerca al fascismo. Y cuando hasta la vocera de la izquierda electoral Carmen Aristegui se preocupa más por “los anarquistas” que por entender la violencia de Estado, es claro que la derecha ha obtenido un triunfo ideológico en los medios mercantiles.

El paralelismo entre 2006 y hoy es muy grande: el gobierno federal de EPN hoy, como el del Estado de México en ese año; la complicidad del PRD, ahora como operador directo de la represión desde el GDF, pero ya como comparsa y apoyo desde la presidencia municipal de Texcoco, la bancada en el Legislativo mexiquense y el GDF en 2006. La construcción mediática del monstruo para pretender justificar la violencia policial, e incluso el llamado vociferante desde los micrófonos a la mano dura. El mismo guión: un policía herido, y luego la policía rabiosa descargando su ira contra la gente que se manifiesta.

Sí hay diferencias entre 1968 y 2013, entonces el PRI era un bloque monolítico. Hoy el PRI es una clase política metapartidaria que está en casi todos los partidos (lo dijo La Guillotina desde 2005), excepto en el PAN, con el que la coincidencia es por intereses de clase, aunque discrepen de tiempos, modos y amigos a enriquecer. En 1968 el PAN condenó la violencia, hoy es comparsa junto con el PRI y el PRD.

En 2006, Atenco estaba satanizado, incluso por la izquierda bienpensante, porque no es un movimiento electorero, por su radicalidad, por su adhesión a La Sexta del EZLN. Hubo que remontar la imagen negativa, mediante la labor los medios alternativos y el trabajo muy profesional de defensores de derechos humanos como el Centro Prodh (hoy observadores agredidos por la policía del GDF).

Cuando posteriormente la represión en Atenco se logró documentar y un sector más amplio de la izquierda se sumó a la defensa de los presos políticos, medios como La Jornada se cuidaban mucho de no mencionar a la Otra Campaña y al EZLN. Incluso hubo quienes distinguieron entre un movimiento “legítimo”, el lópezobradorista, y otro perfectamente reprimible, la Otra Campaña, como hizo Octavio Rodríguez Araujo, y quienes acusaron por la violencia del Estado al radicalismo de Marcos, como Guillermo Almeyra. La Jornada publicó las inserciones pagadas del gobernador de Texcoco y de la bancada legislativa perredista de Toluca aplaudiendo la represión. Hoy La Jornada es una franquicia que regentean gobiernos perredistas y priistas.

Peña Nieto fue invitado de Marcelo Ebrard en el aniversario 40 del movimiento del 68: el GDF “progre” se reclamaba heredero del movimiento estudiantil de ese año, pero contemporizaba con el carnicero de Atenco, entonces gobernador del Estado de México. Hoy las dos manos del poder, izquierda y derecha reprimen unidas y se autoaplauden.
Los gobiernos perredistas del DF se fueron preparando cada vez más para la represión, conforme la fueron ejerciendo, incluso eran rutinarias algunas detenciones cada 2 de octubre, este año incluido el 10 de junio. Como alcalde, AMLO pagó a Rudolph Giuliani por el know how de la represión llamado “Cero tolerancia”, una tendencia a la vigilancia y el castigo, como diría Foucault, hoy la ciudad de México es un panóptico, y los policías (“procuradores”) terminaron siendo los gobernantes herederos de AMLO: su policía Marcelo Ebrard fue alcalde, y el sucesor es otro policía: Mancera. El policía de Ebrard en 2006, Joel Ortega, hoy está a cargo del Metro en la ciudad de México, acusado de llenar de policías puestos administrativos y hasta de conductores de trenes. Las fotos de Ebrard y EPN como cogobernantes de la Zona Metropolitana son ahora elocuentes.

La contención de la población disidente fue tomando cuerpo durante años: detenciones de jóvenes, prisión política de los mismos, especial seguimiento a todos los anarquistas y a los y las jóvenes que les copien el atuendo, detenciones los 2 de octubre. Sufrieron represiones, encapsulamientos y desalojos de plantones: la Otra Campaña, la APPO, hasta ahora que recientemente desalojaron a los maestros de la CNTE. No olvidemos que desde 2000- 2001, las campañas de linchamiento y la operación del trabajo sucio contra las huelgas estudiantiles de la UNAM, corrió a cargo de la jefa de gobierno perredista del DF Rosario Robles, hoy operadora de la cooptación y el reparto de limosnas de EPN. Intelectuales “progresistas” conminaron entonces, desde La Jornada, a levantar la huelga en la UNAM y, a su señal, la PFP tomó Ciudad Universitaria violando la autonomía.

El gobierno panista, y hoy el priista, desde el nivel federal han cogobernado con los perredistas en el DF porque éstos han administrado el status quo para beneficiar a los mismos socios del PRI y el PAN: Carlos Slim, Televisa, TV Azteca, los empresarios del salinismo, las transnacionales, y así han impuesto los megaproyectos, la ciudad mercancía, el imperio neoliberal, aderezados con fraseología de izquierda y un ideario social que los acerca más al echeverrismo que a Lázaro Cárdenas.

El homenaje más grande de la izquierda electoral al PRI (partido de origen de sus líderes) fue en 2012: una tibia oposición a “la imposición” de Peña, ni siquiera lo llamaron fraude, ni lo han tildado de espurio, así como asumir la defensa violenta de su toma de posesión por la policía de Ebrard: reprimiendo a quienes sí protestaron contra EPN. La herida de Kuykendall, dejado en coma, al igual que Alexis Benhumea en 2006, por un proyectil de la policía, es un símbolo de todo ello: un México de abajo que protesta y por ello resulta muerto o herido, mientras el líder de la izquierda institucional repliega banderas y espera a la siguiente coyuntura para reiniciar un enésimo movimiento electoral.

Ahora incluso quienes se negaban a ver la complicidad perredista y de la izquierda electoral con el PRI y el PAN represores lo señalan: el gobierno perredista del DF hiere, detiene, golpea, agrede, y la derecha lo aplaude desde los medios (de hecho reprimió obedeciendo su mandato). En Oaxaca, el gobierno perredista de Gabino Cue también reprime. Ante la corrupción revelada por las inundaciones en Guerrero, tanto AMLO como el PRD defienden al gobernador Aguirre Rivero. La corrupción del gobierno perredista de Zeferino Torreblanca que permitió los negocios de Casas Geo en pantanos, ¿es harina de otro costal? Cuántos costales para un solo PRD y todos con negros historiales.

Y aun así, la izquierda electoral, con nuevas siglas, seguirá tratando de deslindar a su proyecto de la represión. En 2006 me decía un compañero adherente a la Sexta, ante la violencia del GDF contra la Otra Campaña: es “el gobierno de la Convención Nacional Democrática”, y era cierto, era su gobierno real, no el teatral “gobierno legítimo”. Hoy seguramente dirán que Mancera no los representa (discípulo de Camacho Solís, Ebrard era el delfín y representaba proyecto de AMLO, eso no pueden negarlo). Como ya tienen su partido propio, incluso se permiten criticar al PRD, pero no es muy distinto hoy del PRD de 2006, o el de 2001, solamente es más cínica su postura represiva. Sus víctimas favoritas: los jóvenes, los estudiantes, la izquierda social que no se subordina a sus líderes y candidatos. Incluso la CNTE, que en 2006 dio la espalda al EZLN por seguir masivamente a AMLO esta vez no le desalojó el Zócalo para el pejemitin (hace semanas), luego el gobierno perredista los desalojó a ellos, a los maestros, y puso ahí los centros de acopio para los damnificados, como pretexto para hacer lo que siempre soñó el PRI: impedir que las marchas de protesta lleguen al Zócalo. Ebrard usaba una pista de patinaje en hielo para el mismo fin. Obturar el espacio público, muy de “izquierdas”.

Gobiernos perredistas protegiendo la toma de protesta de EPN; desalojando a la CNTE para que EPN dé el grito, golpeando y deteniendo a jóvenes y a manifestantes en general para conmemorar el 2 de octubre a su manera: reprimiendo, usando policías y parapolicías de civil y protegiendo al gobierno priista que despacha en Los Pinos. Diazordacismo en los partidos y los medios de masas, la policía presta su lenguaje hasta a la CNDH.

Sospecho que mucho de esto empezó cuando aceptaron como “izquierda” a priistas que venían de reprimir en 1968, de perpetrar fraudes electorales y beneficiarse de ellos en los setentas y ochentas, de comenzar el proyecto neoliberal en México. Salinistas en el PRI y salinistas en el PRD: ¿había por dónde ganara el pueblo que protesta? Y la izquierda que dio la espalda al “radicalismo” y apostó todo al voto por candidatos ex priistas, la que hizo de los salinistas y herederos, a sus representantes y su gobierno insignia en el DF: ¿esperaba peras del olmo?

Pero estaba el eslogan: criticar al PRD es hacerle el juego a la derecha. ¿Ser víctima silenciosa y luego votar por tus verdugos porque ya “cambiaron de bando” y se pasaron al “lado correcto” es un camino para que la izquierda avance? 1968, Atenco, Oaxaca, el 1 de diciembre, el actual 2 de octubre… La gente de a pie pone los heridos y detenidos. La izquierda institucional da las entrevistas y se afana en conseguir la aprobación de la derecha.

Desde luego, para quienes siguen pensando que hacer política y votar son sinónimos, no es éste un llamado a votar por el PAN o el PRI. Pero no lo pueden negar, fueron ustedes quienes votando por la izquierda perredista- lópezobradorista le dieron a la derecha un eficaz aliado en la represión. Hoy no tenemos respuestas, pero podemos ver más claro, al menos, los caminos equivocados. ¿De qué sirve una izquierda cuyos gobiernos son tan compatibles con la derecha?

Final y provisionalmente, la violencia. Comenzó en el poder, como represión y cierre de todos los caminos pacíficos. A los movimientos sociales no les dejan ganar nada, ni un volado. Cerrada la vía electoral, cerrados los diálogos (incluso si llegan a acuerdos firmados con el gobierno), cerrada la vía de la movilización masiva que jamás es escuchada y es caldo para la represión, siempre justificada por el poder y sus medios. Ni siquiera dejan a la movilización la salida de una derrota honorable, se trata de humillarla y arrinconarla. Esa violencia ha detonado la ira social. Independientemente de los infiltrados de civil desde el gobierno, es ya claro que hace mucho algunos jóvenes reivindican la violencia como forma de lucha: su violencia es respuesta, incluso quizá mimética, a la violencia del poder y a la cerrazón. Condenarlos, como la única causa de la violencia, es una hipocresía, incluso si viene de oficiosos voceros de la izquierda mediática, siempre dispuesta a deslindarse de quienes en este momento no generan votos ni rating. En eso, de 1968 a hoy nada ha cambiado, incluso es peor, porque ahora está documentado en tiempo real que se trata de violencia de Estado, pero los santones de la “transición a la democracia” siguen repitiendo una mentira desde la “objetividad periodística”.