Aprender a aprender

Gustavo Esteva

Llegó la hora de aprender. Esta semana empezará la celebración en los caracoles y en la próxima tendrá lugar el primer curso para aprender libertad con los zapatistas. Llegarán de muchas partes de México y del mundo quienes han sido expresamente invitados a la estancia de aprendizaje en las comunidades zapatistas. Las fiestas en los caracoles, del 8 al 10 de agosto, y los actos de la cátedra Tata Juan Chávez, el 17 y el 18, estarán abiertos a cuantos quieran acercarse.

Los lectores de La Jornada han podido seguir, a partir del 21 de diciembre de 2012, la serie de comunicados que conducen a estos eventos. Es posible aún encontrarlos en línea.

No será fácil la estancia. Se exige reaprender a aprender, particularmente cuando se explica que los maestros no serán profesores certificados y se carecerá de pedagogos expertos. No se cumplirá ninguno de los requisitos formales de un salón de clases o un espacio académico. Y no se trata de aprender sobre el mundo, sino del mundo, y de aprender de aquellos que están haciendo el mundo nuevo. Hace tiempo se comentó que cambiar el mundo era muy difícil, quizás imposible; lo que era posible, en cambio, era hacer un mundo nuevo. Serán maestros quienes lo están haciendo. Por eso se necesita reaprender a aprender.

Pero lo más difícil será el contenido: se trata de la libertad.

La palabra produce inmediata asociación con quienes la han perdido y genera solidaridad con los que están en la cárcel. Sin duda hay que ocuparse y preocuparse por ellos: en su mayoría son inocentes. Hay que luchar por ellos y mostrar la profunda injusticia de que se les encarcele mientras los verdaderos culpables del horror que nos rodea se pasean impunemente por las calles.

Traeré una vez más a colación al poeta John Berger. Hace tiempo nos dijo: si me viera forzado a usar una palabra para expresar lo que pasa en el mundo, pensaría en la prisión. En ella estamos, incluso quienes pretendemos estar libres. Se trata de aprender qué es la libertad para los zapatistas y quizás, con ese aprendizaje, aprender a ver nuestras rejas.

De libertad también, inevitablemente, trata un comunicado oportuno y necesario que anuncia para el 19 de junio la apertura de La casa de todas y todos en Monterrey. Se trata de la determinación de ser libres y de los principios y la moral como sustento de una actitud revolucionaria.

No puede decirse que fuera famosa la casa del doctor Margil, la que vio nacer a las Fuerzas de Liberación Nacional hace más de cuatro décadas. Vandalizada hace unos meses, se encuentra ahora en restauración. Anuncia una página, www.casadetodasytodos.org, en la que se irán publicando comunicados y materiales de esa organización.

Sabemos muy poco de ella. El nombre ha circulado como antecedente del EZLN, pero poco se ha dicho de su propia historia, de su gestación, de sus alcances. El número 20 de Contrahistorias, actualmente en circulación, publica una serie de entrevistas de cuadros del EZLN en que se refieren a las Fuerzas de Liberación Nacional. Pero son solamente apuntes fragmentarios de la organización.

El espléndido documental de Luisa Riley Flor en otomí, que se estrenó en la ciudad de México el 19 de abril de 2012 y circula desde entonces por circuitos alternativos, nos permitió atisbar la vida de Dení Prieto y el horror de la casa de Nepantla, pero aumentó, en vez de calmar, el apetito de saber más. Es bueno saber que ahora tendremos, de la fuente original, el material que permitirá ganar esta batalla de la memoria contra el olvido.

Dos ingredientes del comunicado en que se informa de la apertura de la Casa de todas y todos muestra la continuidad con lo que pasará en estos días. Al referirse al primer comunicado de las Fuerzas de Liberación Nacional, del 2 de agosto de 1971, que circuló en copias al carbón entre los miembros de la organización para informar sobre su primera confrontación armada con el Estado, se destaca con toda claridad lo que hoy también ocupa el primer plano: que se trataba desde entonces de una lucha por la libertad y que, desde entonces, los principios, la moral, eran el sustento de todo comportamiento, de toda acción política. Estos elementos marcaron a lo largo de cuatro décadas su diferencia con las clases políticas, con los gobiernos, con los partidos, y también con muchas fuerzas públicas o clandestinas de pretensiones revolucionarias. Es la diferencia que hoy importa, más que nunca, seguir sosteniendo.

gustavoesteva@gmail.com

http://www.jornada.unam.mx/2013/08/05/index.php?section=politica&article=022a1pol